
Su verde es más intenso, coronado de un pincelazo dorado que empata con un azul profundo, limpio, infinito. Son las 11:35 a.m. de un domingo que como todos, invita al descanso, pero que como ninguno, es un descanso que se torna pesado. Qué suerte tengo de poder ver esa montaña desde la comodidad de mi hogar y observarla con detenimiento por varios minutos. (continúe click en la Web):
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Cuando murió mi suegro, hace poco más de un mes, decidimos despedir la casa que fue suya durante décadas con un gran asado al que asistió la familia de mi esposa. Todavía recuerdo que, montados en el carro al salir de la iglesia, pasaron en el radio alguna noticia —tímida, aún—, sobre el coronavirus, un nombre todavía lejano, más bien extraño. Y recuerdo, también, mi comentario displicente: «Qué escándalo con eso —dije, con esa soberbia seguridad de los idiotas—. Los medios son muy irresponsables». (continúe click en la Web):

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