
En medio del aislamiento obligatorio se me ha vuelto costumbre pedir comida a domicilio. Una noche, mientras buscaba mi cena, encontré un bowl que decía “Ármalo como quieras”, y extrañamente, en vez de concentrarme en los ingredientes que quería probar, comencé a fantasear en cómo sería si pudiera armar un platillo sexual como yo deseara. (continúe click en la Web):

A las 9 de la mañana, llego a meditar a Chipre. Una nube gorda que se levantó tarde, está pasando a media altura perezosa, y contra su piyama de algodón abullonado, se destacan dos negros gallinazos que vuelan en círculos y cuatro golondrinas acrobáticas que ganarían buen dinero si mostraran el mismo número en un semáforo. A lo lejos borrosa la silueta azul del Tatamá que se abriga la garganta con bufanda de niebla. (continúe click en la Web):
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Llegué de Corea del Sur hace exactamente 22 días. Haber atravesado el planeta en medio de una pandemia, sufrido el tránsito agotador (8 horas) en el aeropuerto Benito Juárez de ciudad de México y temido el contagio de COVID-19 en alguno de los dos vuelos de regreso a casa, en Bogotá, fueron los impedimentos para abrazar a mi mamá luego de mucho, mucho tiempo sin verla. (continúe click en la Web):